Para frenar el cambio climático y mejorar nuestro bienestar es fundamental restaurar ecosistemas y regenerar el medio rural. Suelos, bosques y agricultura son los principales sumideros de CO2 junto a los océanos. Su restauración mejora la salud humana y revitaliza zonas despobladas.
Los beneficios netos de la regeneración en términos de servicios ecosistémicos, empleos y bioeconomía representan una oportunidad para las zonas rurales y para afrontar el reto demográfico.